LA VIDA PRIVADA DEL GATO / Alexander Hammid y Maya Deren
BIOGRAFÍA DEL GATO / José Emilio Pacheco
El Génesis lo calla pero el gato debe de haber sido el primer animal sobre la tierra, el núcleo a partir del cual se generaron todas las especies. En una de sus andanzas por el planeta humeante el gato inventó a los seres humanos. Su intención fue crearnos a su imagen y semejanza. Un error ignorado lo llevó a formar gatos imperfectos. Si pudiera comprobarse que descendemos del gato sería indispensable una reestructuración de las ciencias. Es demasiado incómoda para los sabios; por ello prefieren no investigar nuestros orígenes.
En el fluir de los siglos, para compensarnos de tantas desventajas, aprendimos a hablar. El gato, en cambio, quedó aprisionado en la cárcel de sus sentidos. No obstante, limó su astucia y su sabiduría. Algunas religiones primitivas lo divinizaron. En la Edad Media se le atribuyeron malignos poderes y pactos sobrenaturales. Fue perseguido bajo el cargo de participar en aquelarres con demonios y hechiceras. Hoy ha proliferado en todo el mundo como animal doméstico. Es parte integrante de la galería familiar. Se le tiene el respeto y el recelo que inspira todo ser superior.
Quienes lo aman y quienes lo detestan coinciden en asignarle atributos fantasmagóricos: ser dueño de siete vidas, anunciar desdichas, si es de color negro, y un sinfín de cosas que no le hacen mella: su personalidad resulta insobornable a la opinión ajena. Sigue tan gato como cuando era adorado por los egipcios o lo acosaban la ignorancia y el salvajismo de épocas tan oscuras como la nuestra. Ahora y entonces resiste la seducción o el desafío de las miradas: no pestañea ante nadie.
Lo calumniamos al suponerlo miembro de una familia coronada por el tigre. El tigre es un gato al que la ferocidad ha embrutecido, una ampliación superflua, inferior a la síntesis y armonía de su modelo. Creemos haberlo subyugado porque está a nuestros pies. Sin embargo, como este mundo es un espejo donde todo lo vemos invertido, en la dimensión de la verdad el gato se encuentra muy por encima de nosotros. Compartimos algunas semejanzas. Por ejemplo, el cortesano plagia los ardides del gato y todos imitamos su ingratitud. Nunca damos las gracias y siempre dejamos de ronronear en cuanto hemos obtenido lo que esperábamos.
Ya cace pájaros en la Alameda de México o pulule en número infinito por las ruinas romanas, el gato es perezoso durante el día e implacable verdugo por la noche. Como para ningún otro animal, ante el gato la vida es sueño. Pasa dormido las dos terceras partes de su existencia y, a juzgar por sus movimientos, sueña como nosotros tramas fantásticas y realistas. Gusta de ser acariciado aunque en pleno idilio suele clavar las uñas en quien lo mima. Vive lamiéndose para adorarse a sí mismo, conservar una apariencia pulcra y protegerse contra los cambios del clima. Detesta su excremento y hace hasta lo imposible por ocultarlo. Venera el sitio en donde nace o llega de pequeño. En cambio las personas que lo rodean no logran inspirarle en el mejor caso sino una tolerancia despectiva.
Ya cace pájaros en la Alameda de México o pulule en número infinito por las ruinas romanas, el gato es perezoso durante el día e implacable verdugo por la noche. Como para ningún otro animal, ante el gato la vida es sueño. Pasa dormido las dos terceras partes de su existencia y, a juzgar por sus movimientos, sueña como nosotros tramas fantásticas y realistas. Gusta de ser acariciado aunque en pleno idilio suele clavar las uñas en quien lo mima. Vive lamiéndose para adorarse a sí mismo, conservar una apariencia pulcra y protegerse contra los cambios del clima. Detesta su excremento y hace hasta lo imposible por ocultarlo. Venera el sitio en donde nace o llega de pequeño. En cambio las personas que lo rodean no logran inspirarle en el mejor caso sino una tolerancia despectiva.
Señor de horca y cuchillo del mundo que alcanza a percibir con sus ojos fosforescentes y sus sensitivos bigotes, aterra verlo cuando tortura un ratón. Esta voluptuosidad de hacer el mal, este afán de sentirse superior, constituyen la parte oscura y abominable del gato, así como el rasgo más humano que puede hallarse en él.
Solitario, introvertido, por lo común hipocondriaco, nada le importa excepto él mismo. Odia a los demás gatos y a cuantos animales lo rodean, especialmente al perro, su verdugo. (El perro es todo lo contrario del galo y siente hacia él un rencor que nada saciará.) No reprime sus deseos pero tampoco vive atrapado en ellos. Deja para nosotros la esclavitud de la obsesión.
Macho, es padre ausente por excelencia. Hembra, toma siempre la iniciativa y elige entre los rivales al más digno de fecundarla. Su placer dura segundos y está cercado por la ferocidad y el dolor. Su discreción la lleva a ocultarse para dar a luz. Atiende a su propio parto como si hubiera hecho estudios de medicina. En las semanas que siguen al alumbramiento, se porta como madre ejemplar. Adiestra a los gatitos ciegos y sordos en todas las artes de la supervivencia y luego los enseña a cazar. Cuando pueden valerse por sí mismas no vuelve a ocuparse de sus crías.
El gato inventó el existencialismo: cada momento representa para él una elección. A fuerza de meditar veinticuatro horas al día en el absurdo y la vacuidad de todo, sólo se aferra al instante en que vive. Nunca sabremos lo que piensa el gato acerca de este mundo tan mal hecho y los seres con quienes comparte a pesar suyo el tiempo. Vana tarea estudiar el misterio del gato, enigma irresoluble, máscara por la cual nos contempla y nos juzga algo que ni siquiera sospechamos.
José Emilio Pacheco escribió Las batallas en el desierto.
Alexander Hammid (1907-2004). Su primer cortometraje se titula El paseo inútil.
Maya Deren nació en Kiev. Cineasta, poeta, coreógráfa y pintora.
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